Jornada Mundial de la Juventud – (Madrid 2011)
Finalmente no fue publicado, pero sí lo colgué en nuestra web (“reflexiones”)
Aprovechando que nuestro monasterio es visitado por la cruz y el icono de la Jornada Mundial de la Juventud, quisiera reflexionar sobre el acontecimiento que tendrá lugar el mes que viene en Madrid, y que no deja indiferente a casi nadie, lo que lo hace especialmente significativo.
Hay quien critica la JMJ y hay quien la ensalza. Se critica porque lo que cuesta se podría haber reunido y dárselo a los pobres; porque se acude a los ricos para buscar dinero; porque éstos aprovechan la ley de mecenazgo para desgravar en los impuestos parte de lo que dan; porque es un montaje muy grande que parece desentonar en un tiempo de crisis y con la sencillez del evangelio; porque se puede utilizar con intención de “sacar músculo” y mostrar el peso de lo religioso sirviéndose de la presencia masiva de los nuevos movimientos y maquillando la realidad; porque se utilizan locales públicos para acoger a los visitantes; porque algunos funcionarios no podrán disfrutar esos días de agosto de descanso, etc.
Los que la apoyan dicen que a los pobres siempre los tenemos y debemos compartir nuestros bienes con ellos, pero eso no impide tener otras iniciativas. Para éstos, el que Jesús de Nazaret viviese en una casa pequeña no significa que sólo hagamos casas pequeñas si lo que pretendemos es meter en ellas a mucha gente. El tiempo en que vivimos, caracterizado por un mundo visto como aldea global, el gran poder de los medios de comunicación, el intercambio cultural entre los pueblos y la movilidad de los jóvenes que no les importa ir a un macroconcierto en cualquier parte del mundo, parecen propiciar también encuentros internacionales de tipo religioso. Se considera una gran ocasión de evangelización, mostrando un rostro rejuvenecido de la Iglesia que pueda estimular a jóvenes desanimados o desmotivados. Incluso, aunque ese no sea el fin que se busca, es incuestionable el beneficio económico que supone para Madrid y para España, además de otros beneficios intangibles de tipo cultural, de imagen, de conocimiento del país, creando lazos de amistad al compartir unos días con otras familias, practicando la acogida y la hospitalidad y recogiendo los frutos que estos valores propician. Más de 20.000 voluntarios y muchos colaboradores se encargarán del evento. No obstante, es probable que algunos funcionarios, como policías, guardias de tráfico, bomberos, etc., tengan que estar presentes como en cualquier otro acontecimiento importante, debiendo tomar sus vacaciones en otro momento; como es seguro que lo harán multitud de comerciantes de forma voluntaria, más en estos momentos de crisis.
Más allá de los puntos de vista diversos, no podemos quedarnos sentados discutiendo si son galgos o podencos, si es mejor lo grande o lo pequeño, si la caridad debe ejercitarse ante la necesidad inmediata o afrontando los grandes males estructurales de la sociedad. Sin duda que encontraremos actitudes muy sinceras y comprometidas junto a otras intenciones más espurias. Sea lo que fuere, es una buena ocasión para seguir el pragmatismo paulino cuando nos dice: Siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que están bajo la ley me he hecho como bajo ley, no estando yo bajo ley; con los que no tienen ley me he hecho como quien no tiene ley, no siendo yo alguien que no tiene ley de Dios, sino alguien que vive en la ley de Cristo, para ganar a los que no tienen ley. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles, me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo lo hago por causa del evangelio, para participar yo también de sus bienes (1Cor 9, 19-23).
Los jóvenes tienen derecho a que les llegue la Buena Noticia por cualquier camino honesto. Y la Buena Noticia es que Cristo ha vencido a la muerte, cualquier tipo de muerte (física, moral, espiritual), y nos hace copartícipes de esa victoria si creemos en él y nos abrimos a su evangelio del amor. Muchos vendrán a la JMJ esperando ser acogidos. Nuestra acogida sincera, dejando de lado visiones partidistas, es lo que les llegará al corazón, no nuestras sensibilidades particulares que transformamos en ideologías cuando dejamos que nos sometan.
Cuidemos lo pequeño y que no nos asuste lo grande. Quien siembra tacañamente no puede esperar la abundante cosecha del que siembra con generosidad. Sin duda que el evangelio tiene su mayor consistencia en la fuerza de la debilidad, en la levadura que hace fermentar toda la masa. Pero esa pequeñez sabe hacerse grande cuando se desborda, como la multitud que seguía a Jesús y a la que no quiso dispersar, sino que alimentó con los panes y los peces que ofrecieron los discípulos. Vivir la fuerza de la debilidad y la riqueza evangélica de la pobreza, no nos puede reducir a una visión estrecha y un tanto “monjil” de las mismas, que obsesionado en lo pequeño se olvida de lo grande; aunque tengamos que estar atentos para no prostituir el evangelio anunciándonos más a nosotros mismos que al Señor.
Ya sería verdaderamente extraño que un hecho de tal envergadura no fuera aplaudido o criticado. Cada cual hablará según le dicte su corazón y sus intereses. Eso sí, no deja de llamarme la atención lo que el otro día pude oír en un importante medio de comunicación. Hablaban de la manifestación del “Orgullo Gay” y cómo se jactaban de esperar a más de un millón de participantes (¡!) y producir un beneficio económico para Madrid de unos 110 millones de euros (¡!). Pues bien, todos parecían contentos y no escuché crítica alguna. Muy al contrario, la manifestación estaba encabezada por diversos dirigentes sindicales y políticos -incluso alguna que otra ministra-, sin mayor preocupación. Una vez escuché decir a uno que los cristianos parece que estamos un poco idiotizados. Yo no llegaría a decir tanto, pero sí que podemos revisar los frenos que nos ponemos desde una lectura restringida del evangelio y del espíritu abierto de un concilio ya lejano. Mostrar un honesto orgullo por lo que somos no va contra nadie, simplemente puede contagiar.