Saber elegir
El camino de la vida es una continua elección que va marcando nuestro itinerario. Continuamente elegimos dónde poner el pie en cada paso que damos. De esa forma vamos abriendo poco a poco, paso a paso, el sendero de nuestra vida, siendo la suma de todos ellos los que nos conducirá a un destino o a otro. La forma como elijamos pisar, hará más consistente o menos nuestro caminar y experimentaremos más o menos fatiga. Quizá no dependa de nosotros elegir el campo que nos depara la vida, pero sí depende de nosotros la elección de nuestro caminar por él.
Nuestra vida, por muy variopinta que sea, se reduce a la elección continua entre dos opciones, como el más complejo de los programas informáticos: Sí-No (0-1). Aparentemente tenemos muchos caminos posibles, pero a la hora de elegir uno de ellos sólo existen dos posibilidades: optamos por él o no optamos por él, lo hacemos o no lo hacemos. Optar a medias es sinónimo de no optar o retrasar la decisión. Con frecuencia, hacer eso no es más que un deseo no puesto en movimiento; un conmovernos sin movernos; una ilusión que nos hace imaginar haber hecho lo que no ha sido más que un movimiento del corazón y un buen pensamiento.
Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos vivimos en esa disyuntiva. Saber elegir nos da vida, mientras que el no saber hacerlo, nos la quita. ¿Y cómo saber elegir? En nuestro corazón todos experimentamos una doble motivación más o menos acentuada según cada momento. Dentro de nosotros hay una opción profunda que nos indica el camino, como si de un imán o luz en la noche se tratase. El amor, la bondad, la belleza, la creatividad, la paz, la armonía, la justicia, la fidelidad, son faros que orientan nuestras vidas. Pero cuando vamos a dar el paso, no es extraño que aparezca otra pequeña luz, más centrada en uno mismo, que nos propone la comodidad, la reivindicación, la venganza, el placer, el egoísmo, … Sabemos que si optamos por lo primero reciberemos vida, y nuestro horizonte se agrandará. Pero la visión mezquina de lo segundo es muy poderosa, pues nos ofrece la satisfacción inmediata, parece colmar nuestra sed de venganza, la imposición de nuestro yo, la prevalencia de nuestra imagen, etc. Y puede que nos decidamos optar por esto, intentando engañarnos diciéndonos que más adelante optaremos por lo primero.
Cada pequeña elección en nuestro día a día irá determinando nuestro camino e, incluso, nuestra jornada entera. ¡Cuántas veces hemos podido tener la experiencia de que el día nos ha salido fatal porque lo comenzamos “con mal pie”, arrastrados por nuestra negatividad o enfado, que no ha hecho más que concatenar una serie de acontecimientos negativos, como si un mal llamase al otro!
Desde que nos levantamos podemos hacer nuestra trayectoria de una forma u otra. Si el amor, el perdón, la paz, la misericordia, la comprensión prevalecen, todo ello volverá a nosotros; pero si nuestro pequeño ego se impone, buscando satisfacer nuestro “lado oscuro” en la pírrica victoria que dura la iluminación de un flash, no nos extrañe que no recibamos amor de fuera ni paz de dentro. El flash nos termina cegando en una insatisfación interior que nos impulsa a despreciarnos, engañándonos doblemente.
Para saber elegir necesitamos luz, deseo y voluntad. La luz requiere un largo proceso, una cercanía y apertura a la verdadera Luz, formándonos por ella y conformándonos a ella. El deseo sólo puede brotar de una experiencia muy personal, una experiencia en la que nos hayamos sentido amados incondicionalmente; una experiencia de haber sido acogidos con misericordia en nuestra pobreza. La voluntad es algo que depende sólo de nosotros, pues es la elección libre que hacemos. Con frecuencia intentamos engañarnos diciendo que “no puedo”, pero es mentira. Simplemente no queremos porque resulta menos atractivo y más incómodo a corto plazo.
Quien quiera vivir días felices que no sueñe caminar por campos diferentes a los que la vida le ha deparado, sino que elija bien en cada momento los pasos a dar en su propia senda. Y, sobre todo, no perdamos el tiempo culpando a los demás o a nuestra historia de nuestros males o del fruto de nuestra mala elección. Ciertamente que hay campos por los que se transita muy incómodamente, pero aún así, los pasos que por ellos damos dependen únicamente de nosotros.
Que este año que comenzamos sea una ocasión para saber acoger cada momento de nuestra existencia sabiendo elegir la respuesta apropiada que nos lleve a la felicidad personal y a la alegría de los que nos rodean.