UNA OPORTUNIDAD
Comenzamos un nuevo año y muchas son las formas como lo podemos afrontar. Ante todo es una nueva oportunidad, nunca un obstáculo, salvo que así lo queramos ver. Alguien escribió acerca de la piedra en el camino: Si encontramos una piedra en nuestro camino, ¿qué podemos hacer con ella?:
El distraído tropezó
El violento la utilizó como proyectil.
El emprendedor, se puso a construir con ella.
El campesino, cansado, la utilizó de asiento.
Para los niños, fue un juguete…
Drummond la poetizó.
David, mató a Goliat.
Y Miguelangel le sacó la más bella escultura…
En todos estos casos, la diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre.
Ver el nuevo año así, es mirarlo como si hoy, nuestro hoy, no fuese un tiempo de lamento ni de regusto del pasado, sino el comienzo del resto de nuestra vida, de eso que todavía podemos hacer. Cada día es una oportunidad. Cada día es un tiempo de salvación. Un tiempo que está en nuestras manos. Del pasado nada podemos hacer. El presente es lo que nos toca vivir.
Nos empeñamos en vivir donde no vivimos, estar donde no estamos. No saboreamos la realidad que tenemos presente, soñando en la que está ausente. La vida es una continua oportunidad para el que la vive intensamente, eso que le toca vivir en cada momento, que no es la vida del vecino ni los buenos deseos o sueños que pueblan nuestra imaginación. ¡Claro, pero es que lo que me toca vivir no me gusta!, dirá alguno. Pues sácale gusto y te gustará. Hasta las cosas más amargas gustan cuando no vemos que el amargor sea malo.
El sabio mira y ve que todo está bien. Enseguida saltan los críticos: ¡eso es comodidad
para no hacer nada! ¿Entienden algo? Terminó el primer día de la creación, el segundo, el tercero, …, y siempre resuena la misma cantinela: “y vio Dios que todo era muy bueno”. Ya, dijo el otro, pero ¿qué me dices del portero que está jorobado? Pues que el portero es un jorobado perfecto. El ignorante ve en la joya una mera piedra que brilla. El joyero ve un diamante muy hermoso.
El fruto del pecado humano es malo; el resto, no tanto como nos imaginamos. ¡Cuánto destrozo producen nuestros falsos ideales, nuestras ideas preconcebidas más prontas a transformar lo que no nos gusta que a acogerlo, dejándonos hacer por ello! Nos empeñamos en ver las cosas según nosotros y no como son, de ahí que las deformemos y quitemos de nuestro camino, perdiendo tantas oportunidades que nos da la vida. Es bueno no olvidar que aquello mismo que nosotros vemos como un obstáculo que nos impide caminar es lo mismo que hizo de otros grandes personas.
La buena noticia que nos trae el Señor que ha acampado en medio de nosotros no son “buenas noticias”, sino buena noticia para el que mirando ve las cosas como son y no como soñaba debían ser. Dios se hizo hombre, pero apareció de forma demasiado vulgar para reconocerlo: “¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1, 46). “Cuando aparezca el Mesías, nadie sabrá de dónde viene: y éste sabemos de dónde es” (Jn 7, 27). “No es éste el hijo del carpintero?”; ¿es que no conocemos de sobra a su madre y a sus hermanos? (cf. Mt 13, 55), etc., etc., y no creyeron ni recibieron la buena noticia …. por saber demasiado. Y qué decir de su “victoriosa derrota”. Nosotros pensábamos que…. dijeron los discípulos de Emaús huyendo cabizbajos de una buena noticia que no reconocieron.
Dios se encarnó y se sigue encarnando en nuestro hoy. A veces somos nosotros mismos los que nos incapacitamos para ver lo que tenemos delante y nada pueden hacer aquellos que nos lo presentan. De nada vale el esfuerzo por aumentar el tamaño de la letra para quien no quiere abrir los ojos.
Que este nuevo año sea una nueva oportunidad que se nos ofrece día a día y, con ello, disfrutemos el tiempo de salvación que Dios nos regala.