75 AÑOS NO ES SIGNO DE VEJEZ, SINO DE VIDA
En este año eucarístico que estamos celebrando, la comunidad de Sta. Mª de Huerta también conmemora un acontecimiento importante: el 75 aniversario del retorno de los monjes, expulsados en 1835 y vueltos en 1930. Y es que la vida es una fuerza que hace brotar incluso lo que aparenta estar seco y abandonado.
En una cultura como la nuestra, donde se prima lo joven, lo fuerte, lo valioso, relegando lo pobre, lo débil, lo viejo, hemos de recuperar el valor de la debilidad del anciano, no viéndolo como una pérdida de poder, sino como un desprendimiento de lo superficial, que se va encontrando con lo esencial, tan frágil, tan sucinto, tan lleno de experiencia y sabiduría.
Es para nosotros un tiempo de acción de gracias, pues la fuerza de Dios se revela en nuestra debilidad, y su fidelidad en nuestra incoherencia. “Es el ejército del Señor”, me gusta decir cuando contemplo la debilidad de la comunidad cristiana, viendo en ella la obra de Dios. Por eso la acción de gracias brota aún con mayor liberalidad.
Nuestra misión principal es vivir el misterio eucarístico del amor. Amor rebosante de Dios que busca rebosar en nuestros corazones en una vida de comunión, hasta que la gente pueda decir “mirad cómo se aman”. ¿Pero cómo amar gratuitamente lo fuerte, lo que me da seguridad, lo que me produce satisfacción? El “mérito” del amor es amar cuando no hay razones aparentes para ello. Quizá de esto sí abunde la comunidad cristiana, y por ello mismo también se nos esté dando la oportunidad de vivir esa fuerza del amor que nos lleve a la comunión.
Hace 75 años la comunidad de Viaceli quiso sembrar en Huerta la semilla del carisma recibido. Y lo tuvo que hacer en un tiempo de profundo dolor, cuando 19 de sus hermanos fueron privados del don de la vida, aunque en realidad, más que quitársela, supieron entregarla. La semilla prende en el momento de mayor debilidad, cuando se pudre en la tierra.
Hoy nosotros podemos celebrar este acontecimiento con los hermanos de la Fraternidad, una nueva planta que el Espíritu ha querido suscitar en medio de nuestra debilidad. Ahora que la Orden parece estar en vía descendente, como la vida religiosa en general, brota un nuevo tallo del tronco que vivifica el Espíritu. Es momento de acción de gracias, pero también de contemplar la obra de Dios y de trabajar para que no deje de dar fruto. La asistencia de algunos miembros de nuestra Fraternidad de Huerta al encuentro internacional de Claraval, nos puede seguir dando nueva vida. Espero que desde la debilidad del humilde sepamos escuchar la voz del Espíritu y gozarnos en comunión con Aquél que merece todo honor, gloria y poder.