NADIE HABLE DESPUÉS DE COMPLETAS
(RB 42-02)
Continuamos escuchando lo que dice San Benito respecto al silencio nocturno precedido de una lectura apropiada: Si es día de ayuno, poco tiempo después de terminar las vísperas acudirán sin tardar, como hemos dicho, a la lectura de las “Colaciones”; y, leídas cuatro o cinco hojas, o cuanto la hora permita, se habrán reunido todos durante este intervalo de lectura, si alguno estaba ocupado en alguna tarea que le hubiesen encomendado.
Hay aquí un aspecto práctico que parece importante para San Benito: todos se deben reunir al anochecer para rezar completas, por lo que se pide al lector que lea varias hojas y así se puedan ir agregando aquellos que quizá estaban ocupados en alguna labor que se les había encomendado. Cuando uno escucha esto le entra la duda: ¿entonces para qué sirve ese tiempo de lectura común?, ¿para preparar la noche fortaleciéndose con una lectura espiritual o para dar tiempo a que lleguen los que están ocupados?
De la forma cómo se expresa San Benito parece que lo más importante es lo primero, dejando entrever en lo segundo un mandato suyo que considera oportuno. Todos los hermanos se deben reunir antes de rezar completas. No parece indicarse ninguna excepción, al contrario, da la impresión de que se suprimen deliberadamente, pues indica de forma expresa que en ese tiempo se espera a los que aún no están presentes, incluso repite por tres veces en este capítulo que todos deben estar presentes.
¿Por qué ese deseo? Cuando San Benito empieza a legislar indica con claridad que no lo hace ni para los admirables eremitas ni para los criticables sarabaítas y giróvagos, él se dirige a los cenobitas. Y toda vida en común tiene sus reglas, unos modos específicos de comportarse que expresan lo que verdaderamente es. Fijémonos cómo en todas las familias -donde todavía existe el sentido de familia- durante el día cada uno está en su quehacer, sin embargo, al llegar la noche, todos se esfuerzan por reunirse. Si alguien no llega los otros se inquietan. Mucho más en la cultura antigua. La noche es el momento de recogimiento, y si se vive en común, ese recogimiento se ha de expresar en común. En el caso de los monjes hay que añadir el sentido simbólico y espiritual: formamos un solo cuerpo y hay que afrontar la oscuridad de la noche y el descanso de las tareas todos juntos, orando a Dios en común. Es el sentido de comunidad el que subyace en San Benito y que lo manifiesta en otros muchos lugares: en la oración, en la comida, cuando se pide consejo, etc.
Todos formamos la comunidad. El constituir comunidad no quiere decir que todos hagamos lo mismo, ni estemos en el mismo lugar. Aunque estemos muy lejos los unos de los otros lo que nos aglutina es el sabernos comunidad, saber que lo que hacemos es en beneficio de ella y desde ella. Pero esa sensibilidad comunitaria se debe cultivar, de lo contrario la comunidad podría limitarse a ser el lugar donde yo me desarrollo personalmente. En este caso nos conformaríamos con buscar nuestra propia complacencia so capa de hacerlo por el bien de la comunidad (trabajos entretenidos que nos permiten estar en contacto con los seglares o viajando con mayor frecuencia de la necesaria; estudios que ante todo procuran nuestra realización personal sin importarnos las necesidades de la comunidad; cualidades que procuramos explotar para nuestro propio provecho, siendo reacios a la hora de ponerlas al servicio de la comunidad, etc.). Por todo ello San Benito quiere que la comunidad se reúna como un solo cuerpo en dos momentos principales: cuando se alimenta espiritualmente y cuando se alimenta corporalmente. Así todos deben asistir a los oficios, incluso los que llegan tarde, aunque después sean corregidos. Del mismo modo todos deben comer juntos en el mismo lugar, sin llegar tarde ni marcharse antes. Y es que la comunión, como el amor, si no tiene momentos donde concretizarse termina desapareciendo. Esas reuniones tienen su importancia al invitar a los hermanos a renunciar a sus propios quehaceres para compartir con los otros el alimento que nos fortalece.
A mi entender esto está claro, sin embargo hay otro sentido práctico que pienso que San Benito también pudo tener en cuenta a la hora de mandar que todos los monjes estuviesen reunidos para completas, antes de ir al descanso: bastaría imaginar el trastorno que podría provocarse en la comunidad si con frecuencia los hermanos llegan tarde al dormitorio, un dormitorio en común que no tiene separación alguna y en el que la luz es bastante tenue. Los ruidos que ello podría provocar o quizá el poner el pie equivocadamente en un sitio incorrecto, es algo que perturbaría a los hermanos sin lugar a dudas, y San Benito quiere que haya paz en el monasterio cultivando todos la caridad mutua. En cualquier caso, apliquemos el sentido práctico o el espiritual, lo verdaderamente importante es que el mandato de reunirse antes de completas todos juntos es una expresión de comunión y, por lo tanto, crea comunidad. ¡Con cuánta frecuencia los que cogen la mala costumbre de no reunirse con la comunidad al acabar el día, sin causa verdaderamente justificada, se van apartando más y más de ella, haciendo su propia vida!
Ciertamente que la “lectura de completas” no es un tiempo de simple espera a los hermanos ausentes, sino de recogimiento espiritual, de escucha de una lectura edificante. De hecho se nos habla de leer varias hojas. San Benito concede una importancia evidente a esa lectura vespertina. Indica algunas obras que pueden leerse con provecho y ellas mismas muestran el realce del momento, pues se trata de las fuentes monásticas y cristianas, esas a las que hay que acudir si, tal y como nos dice en el capítulo 73, no nos conformamos con “esta mínima regla de iniciación” –la RB- y “tenemos prisa por llegar a una perfección de vida”. Se trata, nos dice, de las Colaciones de Casiano, las “Vidas de los Padres” del desierto, la Sagrada Escritura u otro libro que edifique, que estimule a crecer y que provoque deseos de santidad.
Las Colaciones de Casiano están formadas por 24 conferencias o supuestas entrevistas tenidas por el autor y su amigo Germán con algunos Padres más famosos de los desiertos de Egipto, son el compendio de la doctrina espiritual monástica según lo vio Casiano en los 9 años que vivió con los monjes del desierto. A esas Colaciones habría que unir sus Instituciones y los “remedios a los ocho vicios capitales” que atacan a los monjes y a todo ser humano. Programa espiritual que difícilmente se puede emprender si se desconoce. Cita también las “Vidas de los Padres”, constituidas por varios escritos que han ido aumentando en número a lo largo del tiempo, y de los que San Benito conoció sólo aquellos que estaban en lengua latina como son la Vita Antonii, las Vidas escritas por Jerónimo (Pablo ermitaño,…), la Historia Lausiaca del monje y obispo Paladio (biografías edificantes sobre los monjes de Egipto, Siria, Palestina y Asia Menor), la Historia de los monjes de Egipto (también biografías), los Apotegmas de los Padres del desierto, etc. En definitiva lecturas que ayuden al monje a armonizar su sueño con lo que está llamado a vivir durante el día. A fin de cuentas el tiempo que dedicamos al sueño es casi la tercera parte de nuestra vida. Conviene dar un contenido y armonización con nuestro tiempo de vela al sueño nocturno, donde noche tras noche se nos reajustan las neuronas.